jueves, 3 de mayo de 2012

L.C. quiere volver a estar de pie

(La República, 03.05.2012)   Tiene la tez trigueña y su cuerpo, que aún luce una apariencia de niña, está postrado sobre una silla de ruedas. Nos dice que casi no tiene amigos, pero que sueña con tenerlos una vez que vuelva a caminar.
 

Volver a estar en pie es el primero de todos sus anhelos.
 

"A los 9 años ya había sufrido una violación, fue una persona distinta. Cargando cuatro años con eso en la conciencia no podía tomar otra decisión. Me preguntan ¿por qué no hablaste? Porque tenía miedo, estaba amenazada", recuerda L.C. con la voz aún temerosa, como si fuera a llorar. Sin embargo, su pena se convierte en decepción cuando recuerda que pudo recibir ayuda y no se la dieron. "Un hijo se engendra cuando hay amor. Lo que yo tenía en mi vientre era solo un feto. Yo les decía que era producto de una violación, de algo que yo no había permitido. Me decían que tenía que esperar y así una junta médica tras otra. Mis piernas se fueron endureciendo esos cuatro meses", recuerda L.C.
 

 

 Plazo cumplido
 

"Yo espero que el Estado ahora responda como debe, no solo los médicos, sino el Estado. De no hacerlo, sería una burla para mí", comenta mientras recuerda la dura experiencia que le tocó vivir. No solo las violaciones de las que fue víctima, sino que, además de eso, no se le brindara una atención que estaba necesitando con urgencia.
 

La especialista de Promsex, Rossina Guerrero, explica que el Estado tiene que responder ante la ONU porque se ha cumplido el plazo que el comité le dio a Perú (hace cuatro días, el 30 de abril)  para que le informe sobre el avance de estas políticas y de las reparaciones a las víctimas.
 

En ese sentido, apuntó que falta decisión política para respetar la vida y la salud de las mujeres. Apuntó también que un 30% de las muertes maternas ocurren por problemas de salud que se agravan a causa del embarazo y se hace poco por prevenir esta situación.
 

Mientras tanto, L.C. sigue en precaria casa de madera, esperando por ayuda mientras ve pasar por su puerta a sus agresores, caminando libres. "A mis agresores los veo, es algo chocante. Hasta donde tengo entendido ellos están con orden de captura. ¿Qué espera la justicia?", reclama.
 

Pero esa rabia no la desanima; al contrario, le da una energía extraña a sus ojos, esa energía contenida en una silla de ruedas y que pronto podría estallar en forma de emocionados pasos. "Yo sé que puedo caminar, pero necesito que el Estado me ayude para ir a alguna institución y rehabilitarme. Sé que puedo hacerlo", dice, y sus ojos brillan con una contundente esperanza.   (Foto:  Alberto Pereira)